martes, 21 de noviembre de 2017

Soy hija de un Padre alcohólico


Por: Oralia del Carmen Sobalvarro

Soy hija de un padre alcohólico, esa es una de las huellas en mi vida  pero no es todo el camino y a esta altura de lo que he recorrido nombrarlo y soltarlo al viento es liberador y sanador. 

Si me conecto con las emociones respecto a la relación con mi padre recuerdo miedo, de hablarle, de equivocarme y de provocar una reacción violenta o hiriente de su parte. Tenía sentimientos confusos hacia el todo el tiempo por el cambio constante de su estado de ánimo, un día podía ser amoroso y presente y otro día violento y ausente. En el patio de la casa una noche tapándome los oídos para no escuchar sus gritos, desee con todas mis fuerzas que se muriera que le pasara el tren encima para ser específica.

La relación con nuestras madres o padres son la raíz de nuestros aprendizajes emocionales, siendo niñas carecemos de las herramientas para asimilar y comprender las crisis, el estres y los conflictos, son los adultos que tienen la responsabilidad de acompañar, proteger y educarnos emocionalmente para que siendo adultos podamos gestionar y enfrentar la vida. 


Mi padre aparte de alcohólico era violento, que no son automáticamente dos reacciones que vienen juntas, muchos alcohólicos pueden ser bonachones y pasivos.
Para una niña comprender sus drástricos cambios de humor y de personalidad era una tarea imposible, por lo que mi forma de vivirlo era solo a través de las emociones y sensaciones corporales.

La verguenza, sentía una profunda verguenza de que mis amiguitos del barrio se enteraran de sus gritos ofensivos a media noche (siempre tuvo una voz fuerte y ronca la que me heredó), de sus empujones de puertas para querer entrar a la fuerza a la casa, ante la negativa de mi Madre de no dejarlo entrar. 
Una vez llego a mi escuela de primaria, borracho y sucio, me habló desde afuera, nos separaba una maya de metal através de un hoyito saco su mejía y me dijo: "Niña deme un beso yo soy su Papá" sentí su aliento que hervía a ron y olor dulce (paradógicamente aún me gusta el olor de aliento a alcohol) no pude rechazarlo tenía mucho miedo, mis amiguitos me preguntaban y se reían: "¿Ese es tu Papá?

Culpa, uno de mis mecanismos de niña para comprender lo que vivía era que si me portaba lo suficientemente bien el no se molestaría y no tendría razones para tomar, los niños inconscientemente se culpan de las situaciones familiares, me había inventado según yo estrategias mágicas o así las llamaba para que ese día mi Papá no llegara borracho y no nos agrediera, pensaba que si lavaba veinte veces un vaso el no llegaría, si rezaba cien padres nuestros y oraciones al Arcángel Rafael (me parecía un super héroe el Arcángel en su estampita) no habrían gritos y escándalos, lo quería creer.

La primera vez que fui consciente de las heridas aún abiertas de mi relación con mi Padre, fue hace seis años en un ejercicio de una técnica terapeútica que se llama: constelaciones familiares, en dicho ejercicio un compañero representaba a mi Padre y yo debía estar frente a el y ver que emociones encontraba, no fuí capaz de verlo a los ojos, ni acercarme, lloré. Ese día supe que mi niña interior debía gritar, odiar y reclamar por el amor y protección que no encontró en la figura paterna.

Después de esa invitación a sanar, empecé a nombrar el dolor y a platicar con el y en parte de ese andar me encontré con el libro de la psicóloga Robin Norwood "Mujeres que aman demasiado" aborda las relaciones de dependencia emocional que vivimos las mujeres (también los hombres pero su libro relata más historias de mujeres) por los aprendizajes emocionales que vivimos de  niñas.

En "Mujeres que aman demasiado" la psicóloga explica que las hijas de padres alcohólicos cuando son niñas toman dos caminos de compartamiento: 1.- son las aplicadas, obedientes y buenas niñas porque no quieren provocar a sus Madres más conflictos de los que ya existen en el hogar, 2.- son rebeldes, mal portados y desobedientes como una reacción a la crisis vivida, mi hermano mayor reacciono de esa forma y hoy también es alcohólico.

Mi elección de comportamiento fue la primera siempre fuí la buena alumna, la mediadora, la simpática, la sonriente, la que protegía y cuidaba a mi Madre, la que no se metía en problemas, la que quería resolver los conflictos en mi casa y se sentía responsables de ellos, fuí empujada a madurar rápidamente, salte etapas de sana rebeldía.

Continué haciendo camino para sanar, observando como mis aprendizajes emocionales de niña se repetían en relaciones de dependencia, violentas con hombres silenciosos y lejanos que reproducían de alguna forma el ciclo vivido en mi infancia, cuando comencé a sanar también puse en discusión mis referencias masculinas y reconstruí referencias masculinas amorosas, presentes y respetuosas, la que hoy tengo con mi compañero de mi vida y amigos varones de los que he recibido afecto y sostén.


Esta herida de la infancia también me ha hecho crecer emocionalmente, he observado cuáles de esos aprendizajes emocionales entrecruzan mi personalidad, los he puesto en discusión y he aprendido a soltar aquellos compartamientos que han tenido raíz en el desamor, el abandono y la violencia.

Si me distancio del rol de hija y la niña herida, creo que puedo comprender a mi Padre, creció en una familia de 6 hermanos, su Padre también era alcohólico y violento, su primer par de zapatos se los puso a los 15 años, no aprendió a leer y escribir sino hasta los 35 años cuando mi Madre le enseñó, no podía darme lo que la vida no le había dado a él, en situaciones de pobreza emocional y económica en nuestros países Latinoaméricanos el alcohol es la salida para no ver y sentir, sino basta mirar a nuestro alrededor.

Tuve la fortuna de encontrar a mujeres sanadoras que me llenaron de coraje, para que el húmedo y mohoso silencio no se apoderada de mí y me dieron la oportunidad de entrar en círculos para sanar y zursirnos tiernamente las heridas unas a otras. Una de estas técnicas es el sicodrama feminista, una terapia que combina la psicología con elementos de teatro. 
Es vital recurrir a terapias de sanación para comprender las heridas, es romper con el enorme estereotipo cultural que ir al psicológo es "para locos", sino nos llenamos de coraje y hablamos de nuestras heridas emocionales nos seguiremos relacionando desde el dolor y el abandono.

Aún continúo sanando pero la herida ya cicatrizó, no pude decidir sobre lo que viví en mi infancia, pero si decidir en que medida esas vivencias no me definen en mi etapa adulta, aún no puedo hablar de perdón hacia mi Padre, nunca he visto el perdón como una meta y tampoco lo fuerzo, el perdón llegará cuando mi cuerpo y mi alma sabiamente estén listos para hacerlo.

Te recomiendo leer también:

1.- Hijos adultos de padres alcohólicos de Jane Woititz













miércoles, 14 de junio de 2017

Las mujeres de mi vida.

Por: Oralia González
 
Una vez una mujer de mi vida me dijo: "No volví a tener una relación porque si te daba un padrastro tenía miedo que te violara", con los años comprendí que el miedo a la violación era real, en una sociedad donde los abusos sexuales a la niñez son cometidos por las referencias masculinas más cercanas: el papá, el abuelito, el tío o los padrastros.

A esta mujer de mi vida el entorno tan violento le amputo su derecho al afecto, a ser amada y a la sexualidad, el ejercicio de la maternidad esta imprenado hasta los huesos de sacrificio: dar el cuerpo, anular las emociones y la individualidad de las mujeres, no es un sacrificio consciente que esta en nuestros genes sino una imposición de la desigualdad. 

Foto: Yaser Morazán

Escuche muchas veces decir a las mujeres de mi vida: "Yo soy madre antes que mujer", su identidad como personas fue construida alrededor de este rol, siempre fueron las madres de, trabajaron para darles de comer a sus hijos y vivieron por ellos. 

Las mujeres de mi vida son el resultado de una sociedad que no las dejo soñar.
Una de ellas una vez me contó que le gustaba estudiar y cuando termino la primaria su maestra le dijo a su Papá: "Puede vender una vaca para que su hija vaya a la ciudad a continuar estudiando", su Papá respondió que: "Es suficiente con que sepa leer y escribir", ese día le cortaron las alas para que no aprendiera a volar.

Pero esta mujer de mi vida se resistió y en cambio siempre me alento a estudiar, decía que desde que me tenía en la panza imaginaba otro futuro posible para mí.

Las mujeres de mi vida fueron siempre las luchonas y las guerreras, a veces se creían tan poderosas que decían que podían ser "padre y madre" que ellos los grandes ausentes no eran necesarios que tenían suficiente amor para nosotros. 

Cuando crecí y a la vez comence a sanar los grandes huecos emocionales de la ausencia paterna, comprendí lo pesada de la carga de las mujeres de mi vida, no bastaba ser la madre sino debían ser también el padre ausente a quién socialmente no se le inculco "el instinto paternal" y a quién no le dijeron desde niño que: "ser padre es lo más hermoso que te puede pasar en la vida" o "no estás realizado hasta que no sos padre".

Foto: Yaser Morazán
Las mujeres de vida, son muchas, con distintos rostros y voces, en el tiempo las he visto tejer silencios y culpas, también las he visto mantener encendido un fuego de amor entre ellas que las ha ayudado a sobrevivir. 

En mis primeros pasos fuera del nido, quisé ser como ellas, pensé que si yo era lo suficientemente buena, no me pasaría lo mismo, pero no fue así, el mundo seguía pensado en masculino.

A veces fantaseo e imagino como hubiera sido la vida de estas mujeres con una familia, escuela y entorno que las motivara a crecer y a volar, que les diera el derecho a elegir sobre sus vidas y cuerpos, mientras tanto mi forma de honrarlas ha sido romper con los aprendizajes que ancestralmente le enseñaron a ellas y ellas a mí.

Aprendí a rebelarme, a alzar la voz, a decir: no quiero, no me gusta, no puedo, no. Aprendí a no callar de la mano de otras mujeres.













































viernes, 19 de mayo de 2017

Lo confieso: leí a Paulo Coelho, ¡ perdonenme la vida !

Por mí culpa, por mí culpa, por mí gran culpa, sí lo leí, leí casi todos sus libros: El alquimista, Verónica decide morir, Once minutos, El zahir y me encantaban, lloraba, me emocionaba, retomaba sus frases y luego las repetía como mi filosofía de vida, fue etapa Coeliana bastante intensa.


Era de esperar que mis primeras experiencias con la lectura comenzarán de la mano de Paulo Coelho, el sistema "des-educativo" en mi formación primaria y secundaria carecía y me atrevería a decir que aún carece, de políticas de enseñanza que motiven a la niñez a formarse en el hábito de la lectura, de forma recreativa, divertida y placentera, leer como yo lo recuerdo siempre consistió en memorizar, en una tarea aburrida y libros que no me invitaban a fantasear o a soñar.

En mi casa la situación no era tan distinta, mi Papá no sabía leer, ni escribir y mi Mamá se ocupaba de las tareas más urgentes que en nuestros países significan: sobrevivir, esos primeros espacios de socialización escuela y la casa, por unas u otras razones no tuvieron un rol activo para fomentarme el hábito de la lectura.  

Mi metamorfosis como lectora comenzó bastante grande a los veintiún años,  mis intereses en ese momento y mi forma de ver el mundo me llevaron a creer que Coelho era el más grande escritor sobre la faz de la tierra, como cuando empezás a llamar "buenos polvos" a tus primeras experiencias sexuales.

Libros como los de Paulo Coelho tienen una misión en la vida, quizás sea acompañar los primeros pasos torpes para iniciar a leer, Coelho estaba en mi destino y seguirá estando en el destino de muchas lectores, como producto de sistema social y educativo que no fomenta la lectura no iba a iniciar a leer a Carlitos Marx o Jean Paul -Sartre (bueno tampoco los he leído), no satanizaría los libros de Coelho no existe ningún libro maldito, lee todo, que luego poco a poco se va desarrollando un filtro, un olfato y en ese camino te vas encontrando con otros autores y vas creciendo como lector.

Hay que leer no como tarea y se tiene que empezar por algo que te gusta, que te atrae, pero no parar, sino pensar que la lectura y el aprendizaje es una constante en movimiento, como la metamorfosis de la mariposa, yo aún sigo en la fase de la pupa.

Después de Coelho en mi "etapa de búsqueda espiritual" me encontré con Antony de Mello, sacerdote jesuita y psicoterapeutico que escribe libros sobre espiritualidad y ahí fue que me dí cuenta que Coelho con sus historias rosadas y el cliché del positivismo le quedaba pequeñito, pero eso no lo hubiera sabido: primero sino comenzaba a leer y sino dejaba que un libro inicial me conectará con otros en una cadena interminable de conocimiento.

Después de mi "etapa espiritual" como lectora, vino la parte de leer novelas de autoras como: Gioconda Belli, Isabel Allende y Laura Restrepo por ejemplo, después como un proceso imparable vino mi "etapa histórica" sobre la revolución y la historia de Nicaragua, después una "etapa sobre temas sociales", feminismo, género, política y derechos humanos y aún el proceso continua y no acaba.

No sintás verguenza por leer, ningún libro es un pecado, muéstralos, presúmelos sin culpa, no sos más ni menos inteligente solo estás en el proceso.

Lo importante es leer y no parar y para ello te doy los siguientes "in-consejos":

1.- Averigua que bibliotecas hay disponibles en tu ciudad, quizás encontrés alguna forma de prestar libros con alguna recomendación.

2.- No te obligués a leer un libro en tus primeros pasos sino le entendés o no te gusta, vivítelo sin culpas. Yo aún hay libros que no he leído porque no les entiendo y no solo por parecer más culta me los voy a leer sino me conecto con ellos, leer también es crear una relación íntima que genera emociones, sino no te toca no es tu libro.

 3.- Tenés derecho a abandonar un libro que no te gusta, no terminarlo, molestarte con el autor, frustrarte, ese libro ya cumplió su función en el universo.

4.- Lee también por ocio, lee cosas vanales y superfluas.

5.- Lee varios libros a la vez, abandonalos por no entender y regresa otra vez a ellos más humilde o quizás más preparado para afrontarlos.

6.- Podés pedir orientaciones a alguien que consideres una referencia sobre determinado tema y solicitarle sugerencias sobre que libros podés leer.

7.-Presume tus libros en la fila del banco, en el bus o en alguna oficina pública, un niño te podría estar observando.

8.- Una buena forma para empezar a cambiar el mundo es motivar a la niñez a leer, si tenés una niña cerca mostrale la magia de leer y soñar con los libros.

9.- Crítica, desconfía, averigua y compara lo que lees, los libros no son verdades absolutas son formas de ver el mundo que han sido escritas por diversas personas, por lo tanto serán tantas miradas sobre un tema.

10.- Buscá a otras personas que esten leyendo lo mismo que vos y habla del libro, sus personajes y comparte las emociones, de esta forma leer sera una oportunidad para compartir.
 
11.- Y lee, sobre todo lee y no parés así es como después no seguí considerando a Paulo Coelho como mi maestro de vida y se convirtió en un autor más, pero cumplió su misión me ayudo a comenzar a leer.