domingo, 14 de junio de 2015

Olivia: "en el mercado a una se le abre el sentido".

El sonido de las manos gruesas de mujeres que con fuerza y determinación le van dando la forma redonda a las tortillas en una composición musical de algarabía ancestral del maíz, el olor a piña, mangos y sandías todas frutas de temporada, el talento de equilibrar no meter el pie en un charco, surfear entre los hombres con pesadas cargas en los pasillos y recovecos, rebuscar, regatear como un tesoro la mejor verdura, la más fresca y sentir un aire triunfal cuando los vendedores te dicen: si lleva 3 le rebajo, todo esto solo sucede en el apasionante mundo de los Mercados.

Recientemente he abierto los ojos de la sensibilidad por el gusto de comprar en el Mercado Guanuca en mi pueblo (acá suena música celestial y un rayo desciende sobre mí cabeza), en el mercado he descubierto un hormiguero de historias vivas, de pasión, ingenio y supervivencia que solo se me han puesto en frente por la relación con las vendedoras que se hace cercana y cotidiana, situación que no sucede si compras en el Supermercado y acá me encuentro a la Olivia la que vende cuajadas:

Me recibe en su casa de paredes muy limpias y pintaditas en color pastel, con adornos de esos que traen de Masaya y son parte de la decoración de las casas Nicas, en la entrada se encuentran sus dos hijos adolescentes Abner de 18 y Oliver de 17 que con sus manos van sacando de una tina pequeñas cantidades de una masa para hacer unas bolitas pequeñas que se convertirán en “cuajaditas”, ¡mis favoritas!, más adelante la Olivia me cuenta cómo es que se preparan, me hace pasar al comedor de su casa, le baja a la música que sus hijos escuchaban para hacer más entretenida la labor, saco mi grabadora-prestada para no perderme ni una palabra de su historia, se intimida con la grabadora, se me olvida que no deja de ser un chunche medio extraño entre dos personas que empiezan a conversar, su pequeño hijo Jocsan de 1 año en pañales se sube al comedor y empieza a ocupar la mesa como pista de carrera para llamar mi atención, finalmente terminada esta ristra de sucesos, Olivia se suelta un poco más y las palabras empiezan a retoñar de su boca:

Mujeres que motivan a otras mujeres

“Yo nunca pensé llegar a trabajar a un Mercado, no iba ni a comprar, ni tenía amistades allí, no sabía cómo era la vida en el mercado. He sido cristiana  todo el tiempo, trabajaba en grupos de la Iglesia y allí conocí a una señora que tenía un tramo, ella miraba las necesidades que yo tenía y me dijo: “Hermana, ¡se puede ir a trabajar conmigo al mercado, en una venta de plásticos!”, eso solo fue el comienzo allí estuve dos meses y así fue como conocí a otra señora que se acercó a comprar y me dijo: “váyase al tramo, yo le voy a enseñar a trabajar, para que usted tenga su dinero, su casa, yo se lo voy a dejar a usted (el tramo)” eso ya hace catorce años que tengo el tramo, me lo dice con un aire de quién en el momento se percató de que el tiempo ya hecho raíces.

Olivia en su tramo en el Mercado Guanuca-Matagalpa
Yo al principio no sabía nada de negocio, lo único que yo sabía era buscar a dios, entonces le empecé a pedir a dios sabiduría, porque yo no tenía familia que trabajara en el negocio como para que me ayudaran.

Todo se me fue a acomodando, ahora hay personas que me trabajan, llego la Marta es una compañera que cuida el tramo, tiene mucha habilidad para las ventas y su propio negocio dentro de mí tramo, el de las tortillas yo de allí no me lucro nada. Cuenta que por la Martha fue que se animó a hacer la primera gran inversión en su tramo, cuando unos comerciantes le llegaron a ofrecer 5 quintales de cuajada y 5 de queso, me continua diciendo en un tono de voz tímido pero seguro: “yo soy miedosa para invertir siento que voy a fracasar pero la Martha es la que me anima”

Nada que ver con el banco

Le pregunto si tiene jaranas con el banco, con actitud resolutiva que solo la genera la experiencia de todos los días, me comparte sus principios de economía aprendidos a “hacha y machete”: un año tuve una crisis y me toco sacar un préstamo en el banco, daba una cuota de setenta dólares mensuales, pero yo pensé…. si yo puedo pagar una cuota también los puedo ahorrar y deje de hacer préstamos y así es como me ha dado hasta para construir mi casa con ahorros, sin préstamos.

Yo quiero innovar, lo que uno no hace, lo hacen los hijos y son mis hijos los que me dicen: “Mama vamos a hacer una marca e ir a ofrecer a los Supermercados hasta podríamos exportar”, lo último que invertí fue en un frízer y ahora lo quiero meter en el tramo.

Hace una pausa mientras piensa y continúa diciendo: yo no lo he puesto mucha mente al tema de dinero, yo sé que tengo dinero, que tengo que pagar, sumar, restar pero en administrar el dinero así no lo pienso.

Le cambia la voz y en un tono seguro y orgulloso dice: tener un trabajo propio me ha ayudado mucho como mujer eso me levanta el autoestima, no es lo mismo que te estén llevando el salario, que te estén diciendo: “¡mirá con esto tenés que ajustar para la quincena!”, yo con mi dinero digo: ¡quiero comer esto y hacer tal cosa! y así uno no está dependiendo del salario, ni de otra persona, eso es una ventaja como mujer que uno tiene, en su casa y con los hijos. Dice que con su marido de nombre Oscar nunca ha tenido problemas con que sea ella que maneje el dinero y nunca le dijo que fuera a trabajar.

¡Usted huele a queso!, experiencias difíciles

Entre risa tímida y pizcas de pena: estoy en el área de venta de quesos y cuajada, el aroma, el tufo se penetra aunque vos te cambies ropa, ya te conocen por el olor, un día un taxista me dijo: “ve, los vende quesos por mucho que se bañen, se echen perfume, huelen a queso. En la Iglesia una niña me dijo: “Usted huele a queso” y dicen que los borrachos y los niños siempre dicen la verdad.

Recuerda que en el bus una muchacha iba a su lado pero en cuanto pudo se retiró y se fue a sentar a otro asiento. Cuando tiene que salir a hacer pagos, compras, debe hacerlas antes de ir al Mercado, para que no se le pegue el olor a queso, para ella eso es una experiencia difícil así lo siente me dice.
Entre carcajadas afirma: la vida en el Mercado en realidad no me gusta, una se va adaptando, pero yo siento que no tengo el arte de estar allí todo el día, me cansa la habladera, la fregadera, los cuechos y la competencia. Tampoco me gusta que llegan hombres y te acosan. Y en realidad la Olivia por lo que se ha asomado de su personalidad durante la entrevista no cumple con el estereotipo de como una imagina a una mujer “mercadera” como solemos llamarla pero allí radica su fortaleza en haber logrado saltar sus propios límites.

¿Cómo se hacen las cuajaditas de a peso?

Cuajaditas secas hechas por Olivia y sus hijos.
A estas alturas he decidido apagar la grabadora y Olivia se muestra más confiada y me explica haciendo movimientos con las manos, que primero se hace una mezcla mitad de cuajada y mitad de queso se tiene que desmoronar bien hasta hacerla como polvo y así esa masa se vuelve más suave y permite que se pueda pegar en pequeñas bolitas, después se enciende el fuego sin que haga muchas llamas, necesitamos el humo y en un tapesco ponemos en alto sobre el fuego las cuajaditas para que se ahúmen y queden con ese saborsito ahumado y color dorado con unas rayitas en el lomo.

Como buena observadora de las necesidades de sus clientes, ha logrado adaptar sus productos de acuerdo a la demanda, en su tramo se encuentran cuajadas de a peso, tres, cinco y de diez para quién no puede comprar la pelota de cuajada completa.

Finaliza diciéndome, mientras me acompaña a la puerta, en el Mercado a uno se le abre el sentido, (chasquea los dedos como para agregar chispa) uno se abre al negocio, uno mira desde lo más pequeño, por ejemplo muchachas que venden tomates, compran una cajilla de tomate y allí se ponen hasta tienen su propia clientela solo de chiltomas, cebolla, papas y tomates y allí van agarrando para comprar sus casas, sus cosas y eso les ayuda, así es la vida en los Mercados.