viernes, 26 de agosto de 2016

Las Cubas que ví: mis primeras impresiones.


Llego a la Habana a las once y treinta de la noche después de doce elásticas y lentas horas de viaje, las que se alargaron más por la espera en los aeropuertos que por el tiempo de vuelo mismo, el aeropuerto “José Martí” me parece bastante grande tomando en cuenta que mi unidad de medida siempre será el aeropuerto “Augusto César Sandino” ¿quién escoge el nombre de los aeropuertos?

Empieza a girar la banda del equipaje haciendo un traqueteo que se me asemeja al de un molino, modo tensión activado, observo el orificio por donde comienzan a salir formas rechonchas cubiertas de plástico, coloridos y grises rectángulos los que son lanzados como  quién escupe un chicle que se cansó de masticar.

Después de más de una hora a la espera de mi impráctica mochila respecto a su contenido, tengo un presentimiento, ¡no!, no vendrá siempre soy un poco torcida con la llegada de mis maletas, comienzo a odiar a los viajeros que ya tienen su trofeo, pienso, menos mal que en mi maleta de mano tengo ropa como para cinco días y calzones también. Mi turno para el reclamo, una mujer joven, morena y bastante energética a pesar de la hora, con un aburrido y poco imaginativo uniforme crema y café me llena un formato, me pide mi dirección en Nicaragua, le respondo:

- Del Hospital Regional dos cuadras al sur, una cuadra al este, Barrio “La Chispa”, Matagalpa-Nicaragua.
- Su sonora risa rompe mi cansancio y comienzo a reír sin entender.
- ¡Niña! Pero ¿qué dirección es esa?
- Así son las direcciones en Nicaragua y esto que no vivo “Del tanque rojo media al sur, en donde fue la casa de la María Matus”, reímos juntas y me digo, tal parece que es más ordenada Cuba.

Salgo del aeropuerto y me espera mi compañero de vida y de viajes con quién viviré por 40 días y 40 noches la mítica e indescifrable Cuba, vamos rumbo a la casa particular donde nos hospedaremos en la Habana.

En mi cabeza saltan las ideas sobre la Cuba empobrecida, en donde no hay ni que comer, ¿Cómo será esa casa? ¿Serán como nuestras casas en Nicaragua? ¿Cómo la casa de mi Mamá?, las casas particulares son casas que las Cubanos con autorización y regulación del Estado alquilan a turistas por un precio generalmente entre los 25-30 C.U.C (moneda cubana) equivalentes a 30 dólares por día.

Llegamos al Vedado en la 23 y B una cosmopolitan dirección cubana ¡qué diferencia! comienzo a comprender la risa de bienvenida, un rótulo del tronco de un árbol cuelga en la puerta y se lee: “Casa de Prisca y Raúl, lo acompañan signos musicales luego me entero que Prisca y Raúl es una pareja de músicos, columnas altas y dobles sostienen la estructura, una amplia entrada adornada de cuidadas plantas nos dirigen a la entrada de puertas anchas y grandes características de las casas coloniales una vez adentro amplios espacios internos son llenados con muebles que se ven antiguos, muy cuidados y elegantes.

La habitación se encuentra atravesando toda la casa e identifico un olor a misterio, a historia, olores que solo albergan las cosas viejas añejadas de vivencias, en nuestro cuarto, la decoración me recuerda al estilo nica en los 90, cuadros con orillas brillantes que contienen paisajes lejanos de nieve y otoño, sobre la mesita de noche una “lámpara mágica” que fue el furor en los 90 en Nicaragua de las que se encendían al tacto, hace tiempo que no veo una, la toco y ¡funciona!, un satinado cubre colchón rojo con un corazón en el centro adorna la cama y unos cisnes blancos de toallas se besan cálidamente.

Nos amanece como a las diez, las casas particulares ofrecen un generoso desayuno: huevos a tu gusto, pan, leche, el mango me pareció uno de los más melosos que he probado ¿será por la caña? Y qué decir del cafecito cubano fuerte y directo como el sonido seco de un tambor que te dice: ¡despertate!, conozco a la Prisca revestida de juventud a sus 55 años esta mujer emana sol, tiene una voz que me la imagino pregonando “El yerberito llegó”, mientras desayunamos conversamos con ella y entre otras nos dio algunas recomendaciones: 

-       El almendrón (son taxis de la marca Chevrolet, Cadillac o Pontiac de los años 30, 40 o 50 principalmente de origen norteamericano) se pueden tomar en la calle 23 esta calle conecta con el emblemático malecón, llevan una ruta única por ello antes de subir debes decir tu dirección tienen un precio de 10 CUP el equivalente a 10 pesos nicas.

Salimos a conquistar Cuba, me vuelvo más consciente del calor cuando un latigazo de sol da sobre mi espalda, este posa soberbio sobre nuestras cabezas a esa hora de la mañana, no había conocido tierra más caliente que Cuba, se vuelve predecible y entretenido ver el pronóstico del tiempo en la tele, el señor del bigote como de un león marino todos los días de las semanas siguientes advierte del calor ese que ya hizo descender la primera gotita de sudor sobre el canal de mi espalda.

Preferimos caminar por la calle 23, Malecón, Habana Vieja y Centro Habana, me topo con un río de personas que me parecen que van o vienen de una fiesta, caminando tranquilas y relajadas, el tiempo en Cuba anda de forma distinta.

Habana Vieja
Las mujeres se pasean con ropa bastante a la moda, short corto por el calor, blusas con forma de vestidos como la tendencia en Nicaragua pero con la diferencia que las Cubanas tienen un caminar más desafiante y rítmico, me parecen unas endurecidas guerreras, el estilo cubano me recuerda a como se ven las personas en los videos de la Jennifer López, sí tienen onda los Cubanas son como del Bronx el Barrio en Nueva York.

A sus oufits no les falta nada cartera, accesorios, zapatos de todas marcas (Nike, Converse, Puma, Adidas) y un afanoso abanico que aletean con fuerza, no tardé en comprar el mío.
Me encontré muy pocos cabellos rizados de esos empecinados en crecer para arriba como mota de algodón, las mujeres negras cubanas lo llevan entrenzados o sometido a la rigurosa plancha, la población negra de un total once millones de personas solo constituye un 10%, 65% blancos y un 25 % mulatos.

Las filas en la Habana son más comunes que en las provincias (Departamentos) que son casi nulas, nos aventamos o no había de otra que hacer la fila para comprar una tarjeta recargable de 5 CUC (5 dólares) que equivale a 5 horas de internet.

Veo la fila en las afueras de ETECSA que es la Empresa Cubana de Telecomunicaciones y la única autorizada para vender las tarjetas, la encuentro bastante flaca y tomo mi posición en la cola, delante de mí una mujer delgada que sostenía una frondosa sombría de la que sino me sacaba un ojo obtenía un poco de sombra en el sol- cubano de la 1 de la tarde.

La mujer de la sombria asesina se voltea y encuentro la oportunidad para quejarme de la lentitud de la fila:

-     -  Que terrible a mí me parece que esto no avanza nada
-     -  ¡Ay mi madre! que esto es así siempre y yo tengo que ir trabajar.
-     -  ¿Y desde donde me puedo conectar con esa tarjeta?
-      - Solo desde un parque o una plaza wifi acá hay una cerca me señala con el dedo rumbo a la Calle Obispo.
-     -  Y mirá le digo (ya en confianza) y antes ¿cómo te conectabas a internet?
-     -  ¡Que va niña! Esto es de hace poco antes nosotros no podíamos entrar a internet, teníamos que ir a un Ciber porque no podíamos tener ni celulares, esto es de un tiempo pa´ca.

Bajo la mirada a su celu, moderno no sé qué marca porque soy mala en asuntos tecnológicos, en general vi un desfile de “buenas máquinas” como decimos en Nicaragua respecto a celulares el que estaba fuera de contexto era el celu de mi compañero un antiguo y desfasado Nokia como “Los almendrones”.

Me distrae la amena y sonora  conversación que mantenían un grupo de personas, vestidas de verano, una mujer sostenía un cigarro absorbía tan fuerte que podía casi ver contraer su pecho (me dio ganas de uno) en la otra mano una lata que chorreaba gotitas de agua que decía “Cristal” es una cerveza nacional muy buena por cierto, todos los Cubanas se pasean con una cristal o bucanero (mi favorita) por la calle, no tarde en asumir este buen y urgente hábito.

De repente este grupo se apresuran a entrar cuando abren la puerta del local, le digo a mi compañera de fila:
-     -  ¿Y estos porque se meten?
-     -  Es que ellos ya estaban haciendo fila solo que se fueron ahí para no coger sol.
-    -   ¡Qué buena técnica!

La fila que me parecía flaca, en cada tanto se le sumaban más piezas como de un rompecabezas de quién se fue a tomar un café, a fumar un cigarro, a ver si habían llegado las “galleticas” al almacén pero si no fuese así la “fila nuestra de cada día” se volvería más invivible.

Al fin mi turno para comprar la bendita tarjeta, la mujer que me atendía de uniforme azul con medias negras caladas, con formas de flores bastante sensuales, de repente me imagine que yo las tenía puesta y ¡Que calor! Con esa textura tan plástica de las medias, nos atiende ve el pasaporte de mi compañero y dice: 

-Giuseppe como Giuseppe Garibaldi, acá hubo una novela brasileña sobre él.
-¿Cómo se llamaba? le interrumpo- (díganle a la nica de novelas brasileñas) No recuerdo su respuesta pero coincidimos que ambas conocemos a ese actor brasileño Thiago Lacerda que nos encanta y esta guapísimo.

Instantes después se me olvidó que habían personas esperando en la fila y ella no tenía tampoco mucha prisa en atender, así funciona la productividad Cubana no tan distinta a la Nica.